lunes, 22 de junio de 2020

¿Los Incas conocían una técnica secreta para “ablandar” las piedras?


En los andes peruanos aún se cuenta una antigua leyenda sobre una misteriosa técnica que usaban los incas para “ablandar” las piedras y acomodarlas a voluntad, como si fueran de barro. ¿Cuándo de verdad y cuanto de mito hay en esto? ¿Qué nos dicen los estudiosos que han investigado al respecto? Entérate en este artículo.

La increíble arquitectura Inca
La observación realizada a los innumerables restos arqueológicos dejados por los incas, sobre todo en Cusco, Sacsayhuaman, Ollantaytambo, Machu Picchu, entre otros, nos muestran marcas dejadas en la cara vista de muchas de las grandes piedras que forman los muros de sus construcciones, muchas de ellas  como arañazos, hendiduras y curiosas salientes, cuya realización solo podría haber sido posible si hubieran sido sometidos a un extraordinario y perfecto sistema de tallado, o de lo contrario de un método aún más increíble y que ha dado mucho que hablar a lo largo del tiempo, la posibilidad de que los incas, por medio de algún proceso químico de origen biológico desconocido hubieran logrado el reblandecimiento de la piedra, y por medio de la ductilidad lograda, encajar perfectamente una piedra junto y encima de la otra de forma tal que no quedara ni el más pequeño resquicio de espacio entre cada una de ellas.


Autor: Carlos Gamero Esparza
 A Hiram Bingham le contaron sobre la existencia de una planta con cuyos jugos los incas ablandaron las piedras para que pudieran encajar perfectamente. Hay registros oficiales sobre esta planta, que incluye a los primeros Cronistas españoles. Después comprobaría tal versión: Un día, mientras acampaba por un río rocoso, él observó un pájaro parado sobre una roca que tenía una hoja en su pico, vio como el ave depositó la hoja sobre la piedra y la picoteó. El pájaro volvió al día siguiente. Para entonces se había formado una concavidad donde antes estaba la hoja. Con este método, el ave creó una “taza” para coger y beber las aguas que salpicaban del río. Teniendo en cuenta el hecho de que el liquen ablanda la piedra para atar sus raíces bajo tierra, y quizás considerando la extinción continuada de especies de esta planta, esta noción no es más que improbable. Richard Nisbet (1).
Los ciclópeos muros de Sacsayhuamán.
Los cronistas de la primera mitad del siglo XVI estaban tan sorprendidos como los capitanes que llevaron a cabo la gesta de la conquista del Perú. No podían entender cómo era posible que entre las junturas de los primorosos muros incas del Cusco no se pudiera introducir ni el filo de una navaja. No podían entender cómo fueron colocados en su sitio las colosales piedras talladas de Sacsayhuaman, para muchos fortaleza militar, para otros un complejo sagrado, y para los demás… un gigantesco observatorio celeste… o un enigma del tamaño de su portento; y les quedó la duda y la perplejidad cuando entraron en el Coricancha, la sede sacra de la divinidad solar incaica, donde, alucinados, no tanto por el oro que encontraron sus paisanos, sino por la perfección de sus formas arquitectónicas, llegaron a comparar al Cusco con Roma o Jerusalén. ¡Las piedras de sus muros parecían haber sido soldadas unas con otras!
Los muros perfectos del Coricancha.
En febrero de 1995 tuve la alegría de viajar al Cusco, después de muchos años, por fin tuve esa oportunidad. Mi hotel estaba en el centro histórico de la ciudad, muy cerca dela Plaza de Armas o Plaza Mayor, lo que los incas llamaron Huacaypata. Casualmente, detrás del hospedaje donde estaba alojado, en plena avenida El Sol, se encontraba uno de los lugares más emblemáticos de la antigua capital de los incas, la iglesia de Santo Domingo. Mis pasos, entonces, me llevaron hasta allá, hasta el Coricancha, el mítico Templo del Sol, cuyo nombre en quechua significa “cerco de oro”, el hogar del Inti, la principal divinidad del incario. Aquí los guías explican a los turistas que los españoles utilizaron incluso dinamita en su intento de derribar unos muros pétreos que ni los terremotos han podido tirar al suelo.

A pesar de las inclemencias del tiempo y de los hombres, estos hermosos lienzos de andesita blanca, azul y rojiza han sobrevivido ante el pasmo y el asombro de propios y extraños. “Los expertos no saben cómo fueron levantados, pero estos muros almohadillados, parecen todos de una sola pieza”, explican. Y no es para menos…los guías turísticos engatusan a los visitantes con la grandeza del imperio de los incas, pero no saben explicar cómo es que fue construido este templo, como tantos otros monumentos del antiguo Perú y del mundo.
Desde entonces, no me abandonó la inquietud por el misterio de las piedras incas.
¿Cómo conseguían los Incas que gigantescos bloques de piedra, de formas y tamaños diferentes, encajaran en sus ciclópeos muros con una precisión absoluta?
Desde hace siglos, la habilidad del hombre andino para tallar la piedra y levantar muros capaces de resistir eternamente ha permanecido cubierta por la bruma del mito. La ciencia, en su afán por resolver el enigma, se ha ido prácticamente de cabeza contra los muros incas, y la arqueología tradicional, esa que no admite consideración es que vayan más allá de sus estrechos dogmas establecidos, ha sufrido la peor parte, y no ha tenido mejor idea que recurrir al manoseado argumento de que las piedras eran talladas a pico, a cincel y a martillazos, porque no concibe que el antiguo peruano haya conocido otra tecnología que no sea el arco y la flecha.
La arqueología clásica iberoamericana se vio sacudida en 1983, cuando la cadena española RTVE emitió el documental televisivo El Otro Perú, como parte de la serie emitida por el conocido psiquiatra e investigador Jiménez del Oso. En dicho programa se daba cuenta de uno de los más grandes enigmas del Perú antiguo y en el que el autor entrevistó a un insólito personaje: el padre Jorge Lira.
Muro de piedra en Machu Picchu.
Cuenta el periodista español Juanjo Pérez, que el padre Lira, un sacerdote peruano ya fallecido, era uno de los mayores expertos en folclore andino, fue autor de infinidad de libros y artículos y, sobre todo, del primer diccionario del quechua al castellano. El mencionado personaje vivía en un pueblito cercano al Cusco y hasta allá se dirigió Jiménez del Oso, para entrevistarlo sobre una inquietante afirmación: el padrecito afirmaba haber descubierto el secreto mejor guardado de los incas: una sustancia de origen vegetal capaz de ablandar las piedras.

Pero esta historia empezó mucho antes. Las leyendas de muchos pueblos precolombinos peruanos aseguran que los dioses les habían hecho dos regalos a los nativos para que pudiesen levantar colosales obras arquitectónicas como Sacsayhuaman o Machu Picchu. Dichos regalos, según el padre Lira, habrían sido, en primer lugar, la hoja de la coca, un poderoso anestésico que permitía a los obreros resistir el dolor y el agotamiento físico –es de imaginar el esfuerzo que debió haber requerido la construcción de semejantes monumentos— y el segundo habría sido otra planta, de increíbles propiedades que, mezclada con diversos componentes, convertía las rocas más duras en una sustancia pastosa y moldeable.
Piedras del Templo del Sol o La Gran Caverna en Machu Picchu.
“Durante catorce años –escribe Juanjo Pérez— el padre Lira estudió la leyenda de los antiguos andinos y, finalmente, consiguió identificar el arbusto de la jotcha como la planta que, tras ser mezclada y tratada con otros vegetales y sustancias, era capaz de convertir la piedra en barro. “Los antiguos indios dominaban la técnica de la masificación –afirma el padre Lira en uno de sus artículos—, reblandeciendo la piedra que reducían a una masa blanda que podían moldear con facilidad”.
El Padre Jorge Lira, hoy fallecido, era un sacerdote católico y uno de los más
prestigiosos expertos en folklore andino. (Fuente
“El sacerdote –prosigue Pérez— realizó varios experimentos con el arbusto de la jotcha y llegó a conseguir que una sólida roca se ablande hasta casi licuarse. Sin embargo, no logró volver a endurecerla, por lo que consideró su experimento como un fracaso. 

Pero a pesar de ese parcial fracaso, el padre Lira sí logró demostrar que la técnica del ablandamiento es posible. Así se explicarían los sorprendentes ensamblajes de algunas de las colosales rocas que componen las murallas de Sacsayhuaman u otras fortalezas precolombinas”. (Artículo publicado en Revista Vivat Academia, número 46, Junio 2003)
Muro de piedra de Sacsayhuamán. ¿Fue tallada o ablandada?
La Ephedra andina, planta quebranta huesos
El antropólogo y estudioso argentino Aukanau, en su texto dedicado al enigma del pájaro Pitiwe y la hierba que disuelve el hierro y la piedra, nos recuerda la existencia de una planta –considerada medicinal por los mapuche- que crece en las sierras andinas, desde Ecuador hasta el estrecho de Magallanes. Los botánicos lo llaman Ephedra andina y es una de las sospechosas de ser la famosa y tan buscada hierba de los incas.
No en vano, por instinto, los animales la evitan, pues ya se ha visto lo que les sucede cuando la ingieren: se conoce de pequeños mamíferos como zorros y cuyes que han sucumbido con sus cuerpos hinchados y sus huesos desechos por los jugos de las ramas y hojas.
Otros muros incas que parecen haber sido moldeados con alguna misteriosa técnica de ablandamiento.
Se trata de un arbusto densamente ramificado, ramas unciformes, de hasta 40 cm.; el tallo algunas veces se yergue, otras se postra; ramas verticiladas. Hojas escamiformes, verticiladas en los nudos. 
No obstante, el padre Lira falleció en el año 1988 y se llevó a la tumba el secreto de la verdadera sustancia y de su utilización, y hasta ahora nadie ha logrado identificar con precisión tan extraña planta y, aunque muchos especialistas aventuran especulaciones, no existen ni siquiera fundamentos absolutamente certeros para relacionarla con la Ephedra andina.
Fuentes: www.laprimera.pe / www.arqueologiadelperu.com / MysteryPlanet.com.ar

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