José Yaguana, tuvo su primer encuentro con seres extraterrestres el 15 de diciembre de 1995, donde recibió mensajes de futuros
sucesos trágicos que acontecerían en la Tierra, algunos de los cuales ya
ocurrieron y otros están a punto de suceder.
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“Mi experiencia de hace [más de] veinte años con los seres superiores fue verídica y real. No tengo por
qué engañar a nadie”, asevera José
Reinaldo Yaguana Zhuma mientras está sentado en una silla de fierro en las
calles 9 de Octubre y García Moreno, diagonal al hotel Oro Verde.
El hombre, de mediana estatura, contextura gruesa, de hablar firme y mirada
fija, no muestra timidez al compartir su experiencia.
Descansa para hacer tiempo y entrar a una reunión con algunas personas que
practican la terapia Homa (ciencia de la sanación de la medicina ancestral
Ayurvérica, basada en la ejecución de fuegos bioenergéticos). El motivo de su
asistencia es que pretende comunicarse con el cosmos.
Luego de veinte años, este exagricultor del cantón Huaquillas, provincia de
El Oro, revive los primeros contactos físicos que tuvo con los extraterrestres. Cree que ellos siguen
en comunicación con él, solo que ahora lo hacen de forma telepática.
Piensa que recibirá mensajes de futuros sucesos trágicos que acontecerán en
la Tierra, por el mismo motivo que la tarde del 15 de abril de 2016, llevado por un sentir, escribió el siguiente
mensaje en su cuenta de Facebook: “Terremoto,
luchas sangrientas, alaridos, desesperación, llantos...”. Al siguiente día
ocurrió la catástrofe en la provincia de Manabí.
José Yange, doctor
bioquímico domiciliado en Arenillas, ubicado en la parte sur-occidental del territorio ecuatoriano, cuenta que a
mediados del mes de febrero de este año, Yaguana le comentó preocupado que algo
terrible estaba por suceder en las costas de Esmeraldas. “Él siempre viene y me dice muchas cosas, pero no puedo decirlas”, señala
convencido.
Durante su primer encuentro con los extraterrestres, que tuvo lugar el 15 de diciembre de 1995, estos le
comentaron que, en 2016, habría catástrofes en varias partes del planeta. “¡Y lo que se viene es la madre de las
tragedias, que se hará sentir en todo el planeta, no puedo adelantar!”,
manifiesta. En la actualidad, el contactado tiene 62 años, es padre de dos hijos
mayores de edad, le gusta movilizarse en moto y viaja a distintas partes del
país para visitar a todo aquel que quiere hablar con él.
Realiza terapias físicas a domicilio y en los parques a las personas que
presentan dolencias, para lo que usa siete piedras que, según él, le entregaron
los extraterrestres. Cada una
representa una estrella del lugar al que ellos pertenecen: “Allá donde voy llevo mi mensaje de paz”. Pero, al mismo tiempo,
aclara que no ora ni reza, solo medita “por
el bien de la humanidad”.
Encuentro en el río
“Era martes. Terminaba de pescar en el río Puyango. Al subir y encender la camioneta alcancé a ver unas luces que se prendían y apagaban a la orilla del río. Le dije a mi mujer que me diera la linterna. Pensé que eran pescadores que estaban en la playa y me fui a ver lo que era. Pero mi sorpresa fue ver una nave, pequeña, roja y resplandeciente. A lado derecho aparecieron tres seres como niños, uno más grandecito. Ellos me dijeron en español ‘buenas noches’. Les pregunté quiénes eran y me respondieron que querían hablar con mi esposa”, relata.
Desde aquel contacto físico, la vida le cambió en el plano espiritual.
Muchos lo han catalogado de loco, pero afirma que no les hace caso. ‘Para qué vienes’ es el libro que
escribió luego de tener la experiencia con los seres del cosmos, que tras su
breve diálogo le pidieron un favor muy especial: que les prestara el vientre de
su amada mujer.
Fecundaron a su esposa
“Les dije que ella no iba a aceptar. Pero me aseguraron que no se trataba de ningún contacto sexual, que no iban a hacer cortes ni pinchazos, que no habría sangrados ni malestar alguno”, cuenta Yaguana.
Según él, los seres le confesaron que dicho procedimiento era para evitar
la extinción de su especie. Pero él insistió en que su esposa estaba ligada. “Me rogaron que hablara con ella, que
posteriormente me indicarían el lugar donde harían la inseminación”, añade.
Aunque la conversación acongojó a José, los extraterrestres lo calmaron y
le dijeron que no se sintiera así. El más alto de los tres personajes mediría
1,20 metros más o menos y parecía médico, porque tenía como un reparador en la
nariz.
El contactado, tal y como apareció hace 20 años. (Captura de YouTube)
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Pequeños y agradables
“Eran peladitos. Vestían trajes de color verde caña, parecían uniformes. La piel era gris clara; sus manitos, arrugaditas. Sus boquitas y narices, chiquitas. Sus ojos, ovalados y sus caritas como de niñitos. No es como suelen sacarlos, horribles”, subraya el contactado.
Durante su conversación le dijeron que llevaban 25.000 años de adelanto en la tecnología y ciencia. “Pueden manipular el ambiente a su antojo”, indica. Además, eran amables porque le dieron la mano para despedirse. “Me dijeron que irían de misión a la estrella Ols. La nave ascendió, la escalera se hizo como una baraja, luego se convirtió en puerta y, posteriormente, desapareció ante mis ojos como el flash de una cámara”.
En ese entonces, hace [más de] veinte años, José vivía en Arenillas, en la parte sur-occidental de Ecuador. Cuando llegó a su
casa no supo cómo explicarle a su esposa lo que acababa de ocurrir.
Fue al tercer día cuando le narró lo sucedido. “Ella no me quería creer, tuve que convencerla de que era bueno tener
tres amigos extraterrestres. Me reprochó que estaba loco, pero la locura tuvo
que compartirla porque los seres del espacio regresaron el 7 de enero de 1996”,
manifiesta riéndose.
Ambos iban en la camioneta a Huaquillas y, de repente, sintieron que el
vehículo se dirigía solito hasta que llegaron al sector Guarapal. “Allí estaban ellos. El artefacto era más
grande que el primero, de unos ocho metros. Y las puntas del plato pasaban por
encima de los cercos de los potreros. Nunca había ido a ese sitio. Mi mujer y
yo estábamos callados”, apunta, al tiempo que califica el encuentro como
hermosísimo.
Todos parecían apreciarse, como “amigos”
que se conocieran desde muchos años: “Entramos
en un ambiente de paz, nos invitaron a subir a la nave y le hicieron la
inseminación a mi muñeca. Para mí era una clínica volante. Había unos aparatos
diferentes a los que se conocen aquí. Le pusieron algo en la frente, ella se
durmió y le inyectaron la sustancia genética”.
El nacimiento
“Nosotros pensamos que el feto iba a nacer en
nueve meses, pero los extraterrestres regresaron a los cuatro. Adelantaron el
proceso o su genética es así”, sostiene Yaguana.
Aquel día tumbaban naranjas en una hacienda de su suegro cuando, de un
momento a otro, sintieron la necesidad de caminar. “Nos fuimos a una pampa. Allí estaban ellos con el platillo. Luego de
un saludo de manos, ellos también comieron naranjas. Me contaron que en su
planeta ya no hay animales”.
Después de ingerir la fruta, los extraterrestres les comentaron que habían
regresado por el encargo... “Hicieron el
mismo proceso, extrajeron al fetito dentro de la nave. Lo vi, se lo llevaron en
un frasco, como una especie de incubadora”.
Su último contacto fue el 20 de
enero de 2011 en Guarapal. Trajeron consigo al ser inseminado que había
alumbrado su esposa, pero ya grandecito. “Tiene
el mismo físico de ellos, pero es hermoso”, dice entusiasmado.
Su esposa todavía conserva tres puntitos en forma de triángulo en su
vientre, producto de la intervención. “Ellos
no son malos, vienen porque quieren salvar a su especie y la raza humana. Son
del planeta Ectom, del sector Pléyades. A nuestro planeta lo conocen como
Merla. Traen armonía, amor”, concluye el hombre.
La esposa de Yaguana es de hablar pausado. Por vía telefónica relata que
cuando los extraterrestres le trajeron a su hijo, este llegó a hablarle: “Mamá te quería ver”. Entonces, ella lo
abrazó. “Él no mueve los ojos, no tiene
pestañas, no llora, pero quisiera verlo otra vez”, remata con tristeza.
Tres fases
El úfologo Jaime Rodríguez
sostiene que la verdadera protagonista de esta historia es la esposa de José Yaguana debido a la inseminación.
Pero, curiosamente, la señora no habla casi nada de su experiencia.
Tras el primer contacto, en 1995, Rodríguez movilizó un equipo de 25
personas, entre las que había doctores, psicólogos y psiquiatras para realizar
una completa investigación científica y exámenes médicos a la mujer. “Ella aceptó”, manifiesta el ufólogo.
También grabó una entrevista de cuatro horas, en la que solo habló Yaguana.
Rodríguez que no tiene dudas sobre la veracidad del contacto
extraterrestre, pero sí le parece mal que Yaguana, durante el segundo y tercer
encuentro, supuestamente no le hubiera avisado. “¿Por qué no me llamó cuando le sacaron al feto y le trajeron las
piedras? ¿Por qué no me permite hacer un análisis de ellas en la Universidad
Politécnica para ver de qué elementos están conformadas? Si manejé esta
historia desde un principio quisiera retomarla”, recalca.
Por su parte, José asegura que el ufólogo sí cogió su caso, pero que después se centró en otros presuntos contactados. Pero acota que no tendría ningún problema en que el experto terminara lo que inició.
Fuente: Este
contenido es una producción de Gráficos Nacionales SA Granasa, publicada originalmente en el sitio web www.extra.ec
Puedes conocer más de esta fascinante historia en los siguientes vídeos.
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