El incidente de Roswell es considerado por
los aficionados a la ufología, como el evento extraterrestre más importante de
la historia. Este relata el choque de una presunta nave de otro planeta en
Roswell (Nuevo México, Estados Unidos) entre el 2 y el 5 de julio de 1947.
En los
archivos nacionales de Washington DC se conservan once cajas con la
documentación relativa al llamado incidente
Roswell y, también, un aparatoso envoltorio de madera, de forma triangular,
que contiene los presuntos “restos”
con los que Jesse Marcel se
fotografió en la oficina del General Ramey. Estos informes, junto a los restos
del reflector radar y la madera de balsa, confirman la última versión ofrecida
por las autoridades gubernamentales y la Fuerza Aérea de los Estados Unidos a
mediados de los noventa: La noticia del estrellamiento de un platillo volante
en Roswell sirvió para “tapar” un
proyecto ultrasecreto llamado Mogul. Ya está. Caso resuelto, ¿no?
Puede que esta versión convenza a los escépticos cuya credulidad me abruma en ocasiones porque, a mi juicio, lo único que evidencian estas “pruebas” es que el gobierno norteamericano nos ha mentido una y otra vez, de forma sistemática, a lo largo de más de medio siglo, ofreciendo distintas explicaciones -ésta es una más- para ocultar el estrellamiento de un OVNI en 1947. ¿Por qué habría de decirnos la verdad ahora?
Que en
Roswell se estrelló un “platillo
volante” no lo afirma ningún misteriólogo, sino que lo hizo el oficial de
relaciones públicas del 509 Grupo de Bombarderos del aeródromo de la Fuerza
Aérea en Roswell, el subteniente Walter
Haut cuando distribuyó, el 8 de
julio de 1947, una nota histórica en la que se podía leer:
“El oficial de Información (…) anunció que, al mediodía de hoy, la base aérea entró en posesión de un platillo volante”.
Según la
información facilitada por el departamento, cuya jefatura ostenta el comandante
J.A. Marcel, oficial de Información,
el disco
fue recuperado en un rancho de las proximidades de Roswell, después que un
ranchero no identificado lo comunicase al comisario George Wilcox, quien encontró el artefacto en un cobertizo de su
granja.
El
comandante Marcel y un destacamento de
su departamento acudieron al rancho y se hicieron cargo del disco,
según se ha indicado.
Después que
el oficial de información inspeccionara el aparato, éste fue trasladado en
avión a ‘un Cuartel General superior’.
El oficial de Información declaró que “no se han revelado detalles de la construcción del platillo o de su apariencia.”
Este texto
redactado por el subteniente Haut, obedeciendo órdenes de sus superiores fue
recogido por la edición vespertina del Daily
Record de Roswell con este sugerente titular: “La RAAF captura un platillo volante en la región de Roswell”. Posteriormente,
la agencia de noticias Associated Press
hizo que la reseña diera la vuelta al mundo y empezara la campaña de
ocultación.
He señalado
en cursiva tres palabras de la nota: platillo volante, disco y aparato. La
primera y la segunda (platillo volante y disco), porque aluden sin ningún
género de dudas a la forma del objeto recuperado por los militares. No hablan
de globo, de reflectores, ni madera de balsa sino de un aparato, que es la
tercera palabra que he señalado. ¿Estaban drogados los oficiales cuando
recuperaron los restos para no saber diferenciar un globo meteorológico de un “platillo volante”? ¿Qué interés podía
tener el subteniente Walter Haut en
dar publicidad a una información que sería corregida horas más tarde?
Empieza el encubrimiento
En efecto, a
las pocas horas el Pentágono tomaba cartas en el asunto. En Fort Worth, el
general de Brigada Roger M. Ramey,
comandante de la Octava Región de la Fuerza Aérea, recibía una llamada
telefónica del teniente general Hoyt
Vandenberg, a la sazón subjefe de la Fuerza Aérea en la que le explicaba
que algunas piezas del misterioso objeto estaban en la base de Roswell y, a
continuación, Ramey llamó al general Blanchard para participarle su disgusto
por haber facilitado los comunicados a la prensa, por su cuenta y riesgo, sin
haberlo consultado a sus superiores de Washington.
En 1947 tenía lugar la primera gran oleada de
OVNIS de este siglo que no sólo acaparaba la atención de los norteamericanos
sino del mundo entero, incluidas las Fuerzas Aéreas norteamericanas, sin
embargo aún no existía ninguna directriz oficial respecto a los platillos
volantes, es a partir del
incidente Roswell que la información sobre este fenómeno es calificada
de “Alto Secreto”. ¿Casualidad?
En absoluto.
Si los militares habían recuperado un auténtico platillo volante lo
propio era estudiar sus restos y determinar a quién pertenecía su tecnología,
descartar –en suma- si se trataba de un ingenio soviético y, en cualquier caso,
desarrollar la “tecnología inversa”, como
veremos más adelante. Para quitarse de encima la presión de la opinión pública
lo mejor era encubrir el incidente. Por ese motivo, los oficiales de
inteligencia Jesse Marcel y Sheridan Cavitt, cumpliendo las órdenes
de Ramey, trasladaron a bordo de un B-29
los restos del objeto siniestrado a la base de Wright Patterson, en Ohio,
efectuando una parada técnica en Fort Worth, Texas. En esta escala se inicia la
historia del encubrimiento. Primero porque Ramey se pondrá en contacto con una
emisora de radio para asegurar, visiblemente nervioso, que el disco
volador era en realidad un globo meteorológico de gran altura. Con
criterio, el periodista que le entrevistó le preguntó:
-¿Y no conoce el ejército un artilugio así?
A lo que el
general respondió sombríamente:
-Por lo menos, no a este nivel”.
¿Qué quería
decir con “a ese nivel”? A mi
juicio, reflexionando con el cómodo margen que ofrecen los 65 años
transcurridos, lo que le preocupaba a Ramey era apagar el fuego y sacarse de
encima a la prensa.
Para acallar
definitivamente el incidente escenificó entonces un singular photocall en su
despacho y posó junto a Marcel y su ayudante el coronel Dubose con un bulto de
papel estaño, haces de madera rota y goma como vestigios de un reflector radar
de un globo meteorológico tipo “Rawin”.
Un globo, dos globos, tres globos…
Los
defensores de la hipótesis extraterrestres insistimos en el hecho de que si el
material recuperado pertenecía a un globo meteorológico ¿cómo no pudieron
reconocerlo los militares?
“Los globos meteorológicos para la investigación atmosférica eran fabricados con polietileno y se ha propuesto que posiblemente el caído en Roswell era de neopreno, una sustancia “secreta” en aquella época. Mentira.”
El
neopreno o policloropreno (C4H5CL) fue
inventado por Elmer K. Bolton, un
científico de los laboratorios DuPont, el 17
de abril 1930 y fue aplicado con fines belicistas durante la Segunda Guerra
Mundial así como en los trajes de buceo. El 509 Grupo de Borbarderos de Roswell
no sólo estaba familiarizado con este tipo de “tecnologías” sino que, además, era una de las bases del ejército
donde se disfrutaba de tecnología punta. Es una falsedad, por tanto, decir que
era un material desconocido para el comandante Marcel.
En 1947 ya lo incorporaban las sondas “Rawin” que disponían de dos modelos: el ML-306 y la sonda “Rawin AN/AMT-4” consistentes en un globo de neopreno de 100-200 gramos, provisto de un transmisor. ¿También el transmisor MADE IN USA era desconocido para los “crédulos” militares y los “palurdos” campesinos?
Si no era un
globo de polietileno, si tampoco era un globo de neopreno, ¿de qué estaba hecho
el “globo”? Un material, bueno es
recordarlo ahora que, según declaró Marcel, era muy ligero pero extremadamente
resistente y que, además, tenía “memoria”
pues recuperaba su forma original.
Por otro
lado cuando en 1978 Jesse Marcel
habló por primera vez del asunto con los ufólogos declaró que los restos
estaban diseminados en una zona muy amplia. ¿No es mucho terreno para un
globito “Rawin” como el que podemos
ver en la imagen? Este se lanzó el 10 de julio de 1947. El ejército, por cierto, lleva un registro
exhaustivo de los lanzamientos y ninguno encaja con el del dichoso incidente.
De los once globos lanzados entre mayo y julio de 1947 en Nuevo México, sólo dos
cayeron en paradero desconocido y no pudieron ser “recuperados”. Me refiero,
en concreto a los globos 3 y 4, lanzados los días 29 de mayo y 4 de junio de
1947 respectivamente. ¿Estuvo el globito vagando un mes por el espacio aéreo?
No cuela.
Además, resulta
evidente que las fotografías realizadas en el despacho de Ramey no muestran
ningún globo, sólo su reflector radar que, obviamente, era sobradamente
conocido por Marcel y Cavitt habida cuenta que ya se utilizaban en los modelos
más antiguos de polietileno. Las imágenes fueron tomadas por J. Bond Johnson, fotógrafo del Fort Worth Star‑Telegram, que explicó que nadie pudo acercarse ni tocar el material expuesto por
prohibición expresa. ¿Por qué ese
recelo? Lo que yo interpreto es que
Ramey expuso los restos de un reflector radar en su oficina como un “señuelo” mientras los “verdaderos” volaban camino de Wright
Field, Ohio, dando lugar a otro mito dentro de la ufología: el Hangar 18.
A menudo los
escépticos han esgrimido que este incidente le costó la carrera a Jesse Marcel. Se trata de otra infamia.
El 1 de diciembre de 1947 fue ascendido a teniente coronel y terminó su carrera
condecorado con dos medallas. Su descrédito, en todo caso, llegó cuando se
decide a hacer pública la verdad muchos años más tarde.
Tres cuartos
de lo mismo ocurre con William McBrazel.
Los escépticos subrayan su “arrepentimiento”
pero ninguno dice que el granjero permaneció detenido por los militares de la
base de Roswell entre el 9 y el 15 de julio y que le obligaron a cambiar sus primeras
declaraciones con la intención de echar tierra al asunto.
La maniobra
funcionó.
Un cuento, dos cuentos, tres cuentos…
Una espesa
cortina de silencio, infranqueable durante años, rodeó desde entonces todo lo
concerniente a la recuperación de restos en Roswell. Ni la declaración de
apertura efectuada en 1976 por el entonces candidato presidencial Jimmy Carter, ni otras acciones más
recientes, como las protagonizadas por el CAUS (Ciudadanos contra el secreto de
los OVNIS) habían ayudado a la apertura de los archivos oficiales hasta que el
congresista por Alburquerque, Steven
Schiff, interpeló al GAO (General Accounting Office) acerca del incidente.
Corría el mes de enero de 1994.
Los trámites
se aceleraron entonces. El Departamento de Defensa llevó a cabo una exhaustiva
auditoría por diversas agencias para conseguir información sobre los
misteriosos acontecimientos ocurridos en Nuevo México. Los frutos de esta
frenética búsqueda fueron reunidos en el llamado Informe Weaver, en atención a
su autor, el coronel Richard L. Weaver,
director del Programa Especial de seguridad Oversight. Este informe oficial
liberado a la opinión pública en julio de 1994 reafirmaba el primer cuento: la
hipótesis del globo meteorológico facilitada por William H. Blanchard, quien –oh, casualidad- ascendió
vertiginosamente hasta Capitán General y sub‑jefe de Oficiales de Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas. Digo yo que por los servicios prestados a la patria, que no
por el derecho a conocer la verdad a sus ciudadanos.
El segundo “cuento” venía al final del informe,
donde precisaba que, el globito se enmarcaba dentro de un proyecto clasificado
como Alto Secreto con el nombre de Mogul cuyo propósito era colocar micrófonos
de baja frecuencia, a una gran altura, para poder “escuchar” eventuales detonaciones nucleares soviéticas. Un “sonotone” para el Tío Sam. Vamos, que
no cuela. Y no cuela porque lo del Proyecto Mogul explica sólo una parte del
incidente pero no se adapta al conjunto de los hechos ni a los testimonios que Stanton Friedman y Kevin Randle, entre otros, recogieron a principios de los ochenta.
Por ejemplo,
en su libro El Incidente, Charles
Berlitz y William Moore, recogen
el testimonio del matrimonio Wilmot, propietarios de una pequeña ferretería de
Roswell que presenciaron el paso de un OVNI alrededor de las 21,50 horas de
aquel histórico 5 de julio. El objeto tenía forma de "disco" y se dirigía hacia el noroeste, hacia Corona, en
donde curiosamente el joven Anderson, su padre y su tío, hallarían al día
siguiente los restos de un “aparato” accidentado y, junto a él, el cuerpo de
cuatro humanoides. Próximo al lugar del impacto se halla uno de los centros
tecnológicos y militares más importantes de la época, la base de misiles de
White Sands. El ejército bien pudo esgrimir que se trataba de uno de sus
experimentos… pero no lo hizo para seguir manteniendo el “cuento” de los “globos”.
Cualquiera
de los once globos del proyecto Mogul tenía la misma importancia para la Fuerza
Aérea norteamericana. En ese caso, ¿qué tenía de especial el recuperado en
Roswell para que sólo el supuesto nº4 fuera transportado en un B-29 hasta la
base de Ohio para su examen?
Quiero
recordar que el B-29 es uno de los aviones de mayores dimensiones que entraron
en servicio durante la Segunda Guerra Mundial. ¿No os parece un poco exagerado
para transportar un delicado globo de neopreno y cuatro reflectores de papel
aluminio? ¿Puede ser que trasladara algo más pesado?
Conviene
preguntarnos abiertamente entonces: ¿Hubo cuerpos recuperados en Roswell?
Para muchos
ufólogos, el caso Roswell es considerado uno de los acontecimientos ufológicos
más importantes y el inicio de los encubrimientos, mientras para los escépticos
es solamente el caso más popular. La posición oficial del gobierno de los
Estados Unidos, desde 2005, es que nada de naturaleza paranormal o
extraterrestre había ocurrido. El informe definitivo de la Fuerza Aérea en
cuanto al caso Roswell está disponible, así como la respuesta a dicho informe
por parte de ufólogos, que insisten en que el informe es falso.
Fuente: Este
artículo fue publicado originalmente en www.xn--revistaaocero-pkb.com
Algunos
datos fueron tomado de www.venezuelaaldia.com
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